¿Existen las hadas?
En esta entrada les cuento un sueño que tuve hace mucho tiempo.
María Vergara
12/12/20243 min read


¿Existen las hadas?
En realidad, no lo sé, pero me gusta creer que sí y me gusta pensar que las he encontrado muchas veces a lo largo de mi vida y que siempre me han indicado el camino del bosque, aunque yo no he sabido ver y seguir el sendero. Pero sí, a mi me gusta ver a las hadas en cada rayo de sol que entra por la ventana y me recuerda que estoy viva, en cada gota de lluvia que salpica mi nariz y me deja ver la fragilidad del mundo, pero también en algún animalito que se cruza en mi camino y me enseña a respetar la naturaleza y mi propia existencia. Hay veces que es mejor solo creer y confiar, para poder ver el mundo sin filtros, pero sí con mucha magia.
Una vez, hace muchos años tuve un sueño, mis sueños siempre han tenido tintes de fantasía, pero me gusta poder ver y sentir cosas que en la realidad no siempre son posibles. En este sueño, yo era una mujer que vivía en el bosque, en medio de la nada, pero acompañada de animales y flores, en algún momento caminando por un sendero no hecho, sino intuido, llegué a mi hogar, era un árbol enorme, muy alto y con una puertita pequeña, donde apenas podía entrar, al abrir la puerta de medio punto y una pequeña ventanita, lo que vi me sorprendió y me entusiasmo mucho. Al levantar la mirada pude ver un montón de libros sobre repisas cubriendo las paredes que formaba el árbol. Eran libros de todos los colores, con letras grandes y pequeñas, con muchas ilustraciones y de pronto un ruido se hizo presente, eran los animalitos del bosque que se hacían camino entre los libros y mis pertenencias. Pude ver ardillas, bichitos, pajaritos ratoncitos y conejos, esto era un sueño hecho realidad. Aún sin terminar de quitarme la capucha de la capa que llegaba hasta el suelo, levanté la mirada y giré sobre mi propio eje para ver todo a mi alrededor; la verdad no daba crédito a lo que estaba viendo, me sentía muy entusiasmada. Al despojarme de la capa sentí algo en el pecho, con cuidado deslicé la capa sobre una silla que estaba junto a mí y bajé la mirada para investigar que era eso que había sentido, de pronto mis ojos se encontraron con un dije que inmediatamente pensé -ojalá sea mágico- porque sería muy ad hoc a la experiencia, lamentablemente el dije no era para nada especial, ni mágico, ni brillante, pero si era un piedra transparente entre azul y morada, incrustada en una especie de latón, no había forma definida, pero ahí estaba, con algunos destellos que lograban salir con los reflejos de las velas que iluminaban el espacio. Lo dejé pasar y seguí mirando mi ropa, me daba curiosidad la manera en que estaba vestida. Esto no era de mi época, era algo antiguo, ¿de dónde saqué esta ropa? Me pregunté, pero tampoco reparé mucho en encontrar respuestas. Sólo pude pensar qué práctica, tiene colores ocres y verdosos que me permiten andar por el bosque pasando desapercibida y también las múltiples bolsas me permiten guardar todo lo que necesito llevar conmigo, mis aceites para calmar mi espíritu, mis hilos para tejer historias, los polvitos para iluminar mi camino y por supuesto mi libreta para anotar todo lo que debía recordar, es más fácil olvidar las cosas importantes cuando uno no lleva registro de los acontecimientos. La verdad era un traje estupendo, cuando miré más abajo, noté que la falda llegaba hasta el piso y debajo de ella unas botas maravillosas que me hacían sentir la más poderosa guerrera, porque podía caminar y caminar, subir montañas, atravesar ríos y siempre me hacían sentir segura, pero al mismo tiempo eran muy acogedoras y calentitas porque debajo me cubrían mis calcetines de punto, era realmente lo que siempre había soñado, vivir en el medio del bosque con mis objetos más preciados. Cuando levanté la mirada, vi otra pequeña puertita que continuaba la pequeña casa y más ruidos. Avancé y al abrir la puerta abrí los ojos y me encontré en mi cama, cubierta por mi edredón, el que yo misma había confeccionado años atrás, sentí el calor de los rayos del sol entrando por mi ventana y espantando el sueño de mis ojos. Pude ver la cortina, la de siempre, no había árbol, no había bosque, solo había sido un sueño.